miércoles, 12 de mayo de 2010

Crónica de un homenaje a Jorge Sarmientos


"Mi patria es el mundo, y mis hermanos la humanidad"
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Ciudad de Guatemala, 6:30 p.m., luces amarillas maquillan los grises edificios del Centro Histórico. Los semáforos guiñan a los automovilistas diferentes colores para progresar o detener su recorrido. Transeúntes nocturnos empiezan a surgir entre las calles que cada vez se ven más antiguas y lejanas, éstas a la vez atrapan el sinfín de historias que la mayoría quieren conocer.

Amarillo y negro son los colores que fermentan la noche. Sombras largas y difusas siguen a la gente. Frío. Verticalidad en el tiempo. Calles enajenadas. Sin embargo en la 3ª avenida 4-61 de la zona 1 todo es diferente: policías en las afueras del Conservatorio Nacional de Música «German Alcántara», hasta cierto punto dan un respiro de confianza y tranquilidad.

Del otro lado de la calle, en la esquina del parque, una carreta de tacos donde algunas personas erradican su hambre, es ajena al asunto. Hay poca gente. Diez policías. Dos patrullas. Tres motos…, desde la puerta se escucha un violín desafinado que después de unos segundos suena con una nueva voz. Al caminar unos cuantos metros los bustos de Beethoven y Bach dan la bienvenida. Más pasos. Iconos prohíben el uso de celulares y el consumo de comida. Todo está listo. En la puerta del auditorio entregan el programa del concierto. «Buenas noches, sean bienvenidos», dice amablemente una señora. El concierto está establecido para las 7:00 p.m. Se pregunta si ya es hora de inicio. «Sí, pasen adelante, ahorita comenzamos…»

Otros espectadores

Dentro del auditorio a medio llenar, las voces de los espectadores adornan el ambiente, mientras acomodados sobre las butacas rojas esperan con paciencia el inicio del concierto. Pero los otros espectadores están plasmados en la pared sin decir nada, día y noche están ahí viendo el escenario lleno o vacío. Esos personajes pintados sobre la pared poseen una personalidad propia. La dama de rostro celeste y pelo blanco observa callada con desconcierto hacia el escenario, que en realidad parece un rostro sonriendo gracias a la marimba en relieve,encontrándose ésta al centro, también sobre la pared. El señor de barba con girasoles en la bolsa del saco y su sombrero verde-amarillo está atento, mientras otra señora intrigada por lo que ve y escucha, logra encontrar después de un momento el sentido abstracto en la pieza ejecutada, se nota en su mirar. Otra fémina de procedencia asiática se encuentra discretamente a cierta distancia de Descartes.

Líneas con un sello propio hacen pensar en uno de los más grandes artistas de la plástica nacional aún vivo. ¿Será posible?, un chico sentado a dos butacas elimina la duda: ¿Efraín Recinos tuvo algo que ver? En efecto, el chico que es estudiante del Conservatorio, confirma con cierta arrogancia: «Sí fue Efraín Recinos quien hizo los murales de este auditorio, también el del Banguat, y diseñó el Centro Cultural ‘Miguel Ángel Asturias’». Se le agradece el dato, pero ¿sabrá que González Goyri fue quien esculpió ese mural del lado poniente del Banco de Guatemala y no Recinos?

Interludio [1]

Palabras alusivas al acto quiebran el bullicio entre la multitud. Agradecimientos y reconocimientos son parte del protocolo. Después, el Maestro Jorge Sarmientos sube al escenario en donde sus palabras más notorias adquieren la fuerza de un aforismo: «Los homenajes deben hacerse en vida…», tiene razón. El Maestro Sarmientos da las gracias y pregona acerca de los motivos de una de las piezas a ejecutar. Una cámara fotográfica hace su trabajo. El Maestro Sarmientos ha terminado de hablar. Abrazos y aplausos. Todos están pacientes. El espectáculo comienza.

Trance [1]

Concierto para dos violines y orquesta de cámara es uno de los 228 compuestos por Vivaldi. Mónica Sarmientos y Álvaro Reyes son los solistas, detrás de ellos los jóvenes que conforman la orquesta no pasarán de veinticinco años. Seis violines, tres violas, tres violonchelos, un contrabajo y un escenario, no puede pedirse más… De pronto la música suena, a través de ella Vivaldi se hace presente, es como si hablara, habla de hecho, pero en forma de semicorcheas, negras, blancas, pasa de allegro a moderato y así, sobre un pentagrama en clave de Sol y clave de Fa dice algo que no comprendemos. Pero la música no se hace para comprenderse, sino para sentirse. Los estados de percepción se purifican, centran la atención en los movimientos del arco y del violín en sí. Es un contacto directo entre el músico, los espectadores y Vivaldi. Un teléfono celular suena a media composición, e interrumpen el trance, unas cuantas cabezas se mueven de un lado a otro en forma negativa. De nuevo el trance. Música aislante del espíritu lo envuelve entre las notas llevándolo hasta los estratosféricos rincones del ambiente, la marimba sonríe sabiendo que es una testigo de todo lo sucedido hasta el momento. Rebotan sobre los murales las sincopas… finaliza la melodía. Los aplausos ensordecen esparciéndose gracias al eco. Jorge Sarmientos se levanta directamente a abrazar a los músicos, hay euforia, alegría. Apenas es el principio.

Trance [2]

Alma Rosa Gaitán, pianista. Álvaro Reyes, violinista. Alfredo Mazariegos, violonchelista. Cada uno de ellos toma su instrumento para ejecutar una de las piezas clave de la noche: Luna de Xelajú. Y es que las composiciones del Maestro Sarmientos tienden a ser dramáticas. Los sonidos por momentos carecen de armonía, pero después de cierto tiempo, las notas escritas sobre los pentagramas tienden a unirse para darle un sentido melodioso a la composición. Cada quien se aleja de su asiento. Nadie se mueve. Todos atentos ven y escuchan las ejecuciones que a través del violín, el piano y el violonchelo seducen la atención apartando a todo el público hacia un estado de individualidad suprema, porque a cada nota todo cambia, es igual que escuchar los Punteos de Leo Brouwer. No se siente avanzar el tiempo. De nuevo los sonidos se dispersan, se separan, alborotando los sentidos. Corcheas y semicorcheas como luciérnagas volando entre el auditorio. Todo está tranquilo. Es como ser un astronauta, se está en otro mundo. Luna de Xelajú…, es lo que dice el violonchelo, luego es el turno del piano, después el violín. Otro movimiento brusco y dramático corta la melodía, mientras los espectadores comienzan a aplaudir.

Interludio [2]

Separarse de los asientos es un acto que devuelve a la realidad a todas las personas reunidas dentro del auditorio. La gente, en su mayor parte, sale a degustar una taza de café que ofrecen gratuitamente en la entrada del Conservatorio. Las voces de los pocos que quedaron dentro se escuchan de nuevo. Algunos aprovechan a saludar al Maestro Jorge Sarmientos, incluyéndonos. Detrás, en el escenario, mueven el pesado piano de cola para dejar espacio a otros músicos que intervendrán en la nueva pieza a ejecutar, también escrita por el Maestro Sarmientos. Pero hay dudas, acerca de Luna de Xelajú y otras cuestiones, dudas que él mismo responde en la siguiente entrevista.

¿Cómo nació esta inspiración?

En 1986 la unidad de folclor de la OEA (Organización de Estados Americanos) me comisionó esta obra para conmemorar el bicentenario del nacimiento del gran compositor brasilero Héctor Villalobos, pero la recomendación de la Comisión decía que debía ser de un tema popular guatemalteco.

¿Por ello escogió Luna de Xelajú?

Tuve que tomarla porque pensé en rendir un homenaje a Paco Pérez, aunque hay duda que sea de él la música, se cree que la letra sí, pero no la música, dicen que es de un bohemio o sea un guitarrista, pero como dije al principio eso se lo dejo a los investigadores. El caso es que tomé Luna de Xelajú como tema.

Entonces dispuso componer un trío…

Este trío, se llama trío popular con tema de la Luna de Xelajú, homenaje a Paco Pérez. Esto es una obra desarrollada y ensamblada técnicamente para violín, violonchelo y piano. Se ha tocado precisamente en Washington en 1987, en México en el 2000. Aquí la han tocado varias veces y esta última vez en mi homenaje, lo cual estoy muy satisfecho porque estos muchachos fueron alumnos míos en aquel tiempo y entonces no puedo esconder mi emoción y alegría de estar aquí con mi esposa, mis hijos, nietos y amigos, en familia.

Este es un homenaje en su honor, una persona nacida en San Antonio Suchitepéquez, cómo se siente al pensar que dejó allí recuerdos, puesto que ahora vive acá en la Ciudad Capital.

Allá siguen mis hermanos, murieron cuatro y cuatro seguimos vivos. También hay una serie de sobrinos; muchos amigos viejos, y muchos otros ya han muerto. Voy muy poco por allá, desde que murieron mis padres voy muy poco, pero a esta altura a los 78 años manejar hasta allá es duro. De repente me animo, porque no me olvido mi terruño (San Antonio, Suchitepéquez) y de Mazatenango, tengo un buen recuerdo porque en marzo me hicieron un gran homenaje en el Centro Universitario de Sur Occidente (Cunsuroc/Usac), el alcalde me nombró Hijo Predilecto de Mazatenango, y el gobernador también me hizo un homenaje, en fin, tengo allí los pergaminos y estoy ligado a mi tierra y a mi pueblo, a Guatemala, a mi América Latina, que como dijo el Che Guevara, es la patria grande, y al mundo. Mi patria es el mundo y mis hermanos la humanidad.

¿Qué consejo le da a las nuevas generaciones a fin que la música se siga difundiendo, mayormente el género clásico?


Es muy, pero muy importante estudiar. Hay que dedicarse a ello y darle énfasis… Qué lástima que el gobierno, el Ministerio (de Cultura y Deportes) hace muchos, muchos años, no hacen nada por la música guatemalteca, entonces no hay estímulos para nuestros grupos: la orquesta sinfónica nacional, el ballet, el teatro, etc. Yo les he llamado la atención, desde el presidente hasta el ministro de cultura y deportes, y a todas las autoridades, para que apoyen el arte, porque el arte es la identificación de todos los pueblos, sólo con el arte se puede desarrollar realmente una civilización, el arte los dignifica. Es decir que a través de los medios de comunicación debe difundirse más cultura para que Guatemala se dé a conocer en serio.

Trance [3]

Silencio, porque la marimba suena. Fernando Isabel Vásquez es el responsable. Silencio, porque detrás de ella, Martín Corletto ejecuta los bongoes. Otra vez, ellos, inducen a viajar encima de cada una de las notas. Demasiado curioso el nombre de la composición: Neevoisa. El sonido de un gong llama la atención, es Raúl de León, también a cargo de las congas, el xilófono y otros instrumentos. La voz de Gustavo Bárcenas encuentra el profundo sonido del bombo de Gabriela Corletto. Ambas fusiones instrumentales y vocales vuelven a marcar el dramatismo característico en las obras del Maestro Sarmientos. Entonces se forma esa inquietud por saber el próximo movimiento de cada uno de los músicos. Tan curioso es cuando uno de ellos frota con el arco de un violonchelo el platillo para producir un sonido que bien podría causar una fobia.

…Y sí, la verdadera música es un encierro enriquecedor que incluye el abismo de la locura. ¿Será que los músicos lo sienten?, ¿Sabrán ellos lo que es ser capturado por ese sinfín de sensaciones? ¿Serán conscientes por hacernos atravesar por tan delicioso martirio?, tantas cavilaciones y elucubraciones para encontrar una respuesta. Cuando eso pasa, ellos, los músicos, han terminado de tocar. Están al frente recibiendo los aplausos de todos los que devoraron toda la sincopa que amable y humildemente ellos brindaron.

Fin

El auditorio se vacía rápidamente. Al maestro Jorge Sarmientos personas llegan a felicitarlo. Varios de los músicos participantes caminan entre la multitud. A ellos nadie los saluda. Aún hay café en la salida. Los espectadores de Efraín Recinos se quedan viendo el escenario desocupado. Afuera el frío espera. Afuera casi todo es amarillo y negro. De nuevo las sombras, la carreta de tacos, los policías, un violín que suena. Por las avenidas deterioradas del Centro Histórico, el rostro de los desaparecidos sobre una pared. La Catedral tan solitaria, durmiendo entre tanta historia. La sexta avenida y el recuerdo de alguien sobre las paredes carcomidas por el cansancio. Ahora la música es ese gruñido orquestal de motores de carros y buses, pero queda el deleite de haber escuchado las voces de los instrumentos, mientras la ciudad duerme sin saber qué fue lo sucedido.

Perfil

- Jorge Sarmientos, nació en San Antonio Suchitepéquez, Guatemala en 1931.

- Estudió en el Conservatorio Nacional «German Alcántara», en donde obtuvo el título de Maestro especializado en piano, composición y dirección de orquesta.

- Fue Director Artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional de Guatemala de 1972 a 1991.

- En mayo de 1999, organizó el X Foro de Compositores del Caribe, con la presencia de 23 compositores de: México, El Salvador, Costa Rica, Panamá Colombia, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana y Chile como invitado especial.

- Entre los muchos premios a que se ha hecho acreedor Jorge Sarmientos, destacan la Orden del Quetzal, once distinciones en el Certamen Permanente Centroamericano «15 de septiembre» y las Palmas Académicas de Francia.

- Desde su inicio en 2002, es Miembro de Número del Colegio de Compositores Latinoamericanos de Música de Arte.

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